De mi carreta, niña,
dos bueyes tiran;
de mí tiran tus ojos
cuando me miran.
Son dos cimbeles
negros como la capa
de mis dos bueyes
II
Tiene oro y plata, niña,
mi Simpecado
y el sabor de tus manos
que lo han bordado.
Y no hay tesoro
como mi Simpecado
de plata y oro.
III
Cuando lleguemos, niña,
pondré en la ermita
una vela entrelarga
y otra chiquita.
Por tus defectos.
Que eras larga en orgullos;
corta en afectos.
IV
Con el Obispo, niña,
me he confesado
que si quererte tanto
será pecado.
Y Su Eminencia
dice que no es pecado;
que es penitencia.